+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, para que se conviertan”.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Papa Francisco señaló que «La salvación puede entrar en el corazón cuando nosotros nos abrimos a la verdad y reconocemos nuestras equivocaciones, nuestros pecados; entonces hacemos experiencia, esa bella experiencia de Aquel que ha venido, no para los sanos, sino para los enfermos, no para los justos, sino para los pecadores». En esta Cuaresma abrámonos a la verdad y reconozcamos nuestro caminar a la luz de la Palabra de Dios. El evangelio de hoy Jesús llama a un pecador para ser discípulo. Jesús llama a Leví, un publicano, e este, inmediatamente, lo deja todo, sigue a Jesús y empieza a hacer parte del grupo de los discípulos. El gesto posterior de Jesús, de sentarse y compartir la mesa, provocó la rabia de las autoridades religiosas. Estaba prohibido comer con publicanos y pecadores, pues sentarse a la mesa con alguien era lo mismo que tratarle como hermano. Con su gesto Jesús estaba acogiendo a los excluidos como hermanos de la misma familia de Dios. Tal vez como en ese tiempo se podría reclamar que Leví no estaba listo, que no “cumplía con los requisitos de ingreso”, pero eso ante nuestra mirada y no ante los criterios del Señor. Las personas que seguían a Jesús y convivían con él no eran santas. Eran personas comunes, como nosotros. Tenían sus virtudes y sus defectos. Con este grupo, Jesús dio comienzo a la revolución más grande de la historia. Vale la pena destacar y agradecer la llamada que hizo y que nos sigue haciendo hoy El Señor. Hoy como ayer nos continua diciendo “Sígueme”.
¿Cómo estoy respondiendo a la llamada del Señor? Jesús acoge e incluye a las personas. ¿Cuál es mi actitud? Y en nuestra sociedad ¿qué actitud se percibe?