+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Después que los cinco mil hombres se saciaron, enseguida Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras Él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y Él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.
Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy sigue a la multiplicación de los panes y los peces. Jesús va manifestando quién es Él poco a poco, lo revela con paciencia, enseña y anuncia. Marcos nos presenta a sus discípulos en la barca, en el lago y en ese contexto, en la noche -los apóstoles sin Jesús- “cansados de remar”, que no avanzan, El Señor no nos deja solos. Jesús se revela como un Dios poderoso, que se despliega fuera de los límites de la naturaleza que viene hacia los discípulos sobre las olas, para manifestarles algo desde siempre válido: cómo Dios se abre camino por encima de las olas, triunfa con su venida Jesús sobre esos fuertes vientos que amenazaban la barca. Todos los elementos tal como los describe el Evangelio son un espejo para nuestra vida espiritual. ¡Cansancio! ¡Noche! ¡Viento contrario! Jesús hoy nos invita a confiar, a esperar y a reconocer su presencia. Sin embargo, hoy como ayer, seguimos teniendo miedo. La incertidumbre muchas veces se instala en nuestra vida, por eso, vale la pena recordar que Dios siempre está con nosotros, que «viendo nuestros esfuerzos» por alcanzar la orilla, se pone en camino para rescatarnos y llevarnos a puerto seguro.
Hoy El Señor nos sigue preguntando: ¿por qué, y a qué tienes miedo? ¿Te has sentido “perdido”, paralizado? Mirémonos en los discípulos, ¿Cuántas veces reaccionamos de la misma manera que ellos?