+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Dos ciegos siguieron a Jesús, gritando: “Ten piedad de nosotros, Hijo de David”.
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
“¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?”
Ellos le respondieron: “Sí, Señor”.
Jesús les tocó los ojos, diciendo: “Que suceda como ustedes han creído”.
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús los conminó: “¡Cuidado! Que nadie lo sepa”.
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
Que los ciegos vean es uno de los signos, anunciados en los textos proféticos del Antiguo Testamento, de la futura venida del Salvador, el Enviado de Dios. En el Evangelio de hoy contemplamos precisamente el encuentro de Jesús con la miseria humana en una de las curaciones de ciegos que Jesús realizó. Nos presenta personas pobres por su dolencia por su dificultad para vivir, pero personas con tal cantidad de Fe que aún con sus problemas van tras el Señor. Ante este escenario Jesús no se echa atrás, no se esconde. Acoge a las personas y en su acogida entrañable revela el amor de Dios, es signo de esa presencia. ¿Cuáles son los signos que hoy día hacen creíble nuestro anuncio del Reino y la pretensión de la presencia del Señor a través de su Iglesia? Por otro lado, mirando este relato es imposible no pensar en nuestras cegueras y cómo en ocasiones no vemos la presencia de Dios, no la vemos en los hermanos de comunidad, en los vecinos, en los que nos rodean.
En este tiempo de Adviento, de la venida de Jesús, ¿estamos dispuestos a imitar a los dos ciegos? ¿Estamos dispuestos a acudir siempre a Jesús para que nos cure nuestras cegueras y dolencias? ¿Estamos dispuestos a proclamar todo el bien que nos ha hecho y nos sigue haciendo?