En cada instante
y cualquier situación en que te encuentres,
en el fervor o en la aridez,
en la fidelidad o en la deslealtad,
ámame… como eres.
Quiero el amor de tu pobre corazón;
si esperas ser perfecto, no me amarás nunca.
¿Acaso no podría hacer de cada granito de arena
un ángel radiante de pureza, de nobleza y de amor?
¿acaso no soy yo el Omnipotente?
Y si me gustara dejar en la nada
a aquellos seres maravillosos
y preferir el pobre amor de tu corazón,
¿no soy yo dueño de tu corazón?
Hijo mío, deja que te ame, quiero tu corazón.
Ciertamente que deseo con el tiempo transformarte,
pero por ahora te amo como eres…
y deseo que tu hagas lo mismo;
quiero ver, desde lo hondo de tu miseria, el amor.
Amo en ti también tu debilidad,
amo el amor de los pobres y miserables;
quiero que de los harapos
suba continuamente un fuerte grito:
“Jesús, te amo”.
¿Qué me dice el Señor Jesús hoy?