+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”
Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
Hoy, Lucas aunque pareciera que quiere llamar nuestra atención sobre una actitud del creyente: el vivir agradecido, nos entrega también otros elementos que vale la pena considerar. Se trata del encuentro de diez leprosos con Jesús. Indeseables, pecadores, castigados por Dios, bajo la Ley, excluidos de la sociedad, gente con la que no hay que tener ningún contacto… Aquellos hombres no piden expresamente una curación: ruegan «misericordia», compasión de Jesús. Esperan de Jesús, el Maestro, un trato diferente al que todos les dan. ¿Quizá un poco de calor humano, de comprensión…? Llama poderosamente la atención que todos ellos le escuchan y obedecen. Se ponen en camino tal como les ha dicho Jesús… sin que haya ocurrido nada de nada. Eso ya indica una admirable confianza en la Palabra de Jesús, que muchas veces nos hace falta. Lo sorprendente es que en ese caminar ocurre el milagro. Pero sólo uno de estos diez hombre sanados, sin mérito alguno, reconoce esta acción de Dios: el samaritano.
Hoy tras la acción misericordiosa de Jesús, nos podemos preguntar: ¿cuáles son esas lepras de las que necesito ser curado y salvado por el Señor? ¿soy capaz de ponerme en camino siguiendo su Palabra?