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Lucas 10, 17-24: Te alabo, Padre

5 de Octubre 2019     Freddy Araya    

03-04-2019

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Al volver los setenta y dos de su misión, dijeron a Jesús llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”.
Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.
En aquél momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.

Palabra del Señor.

Reflexionemos

Hace unos días, leíamos cómo Jesús envió a los 72 discípulos a anunciar el Reino. Hoy leemos lo que ocurrió gracias a ese anuncio: los malos espíritus fueron neutralizados y los pequeños recibieron la revelación. Su misión de llevar la paz y reconciliación había sobrepasado el odio y el mal. Pero Jesús les recuerda a sus discípulos, que el poder que trabaja en ellos se debe al amor que Dios les tiene. No hay nada como ese sentimiento de felicidad cuando nuestros proyectos van bien, o cuando adquirimos una nueva destreza. Jesús, sin embargo, da un paso paz y dirige su alabanza al Padre. Se nos quiere recordar una verdad clave en nuestra vida: nuestra dependencia de Dios. Sin Dios, no seríamos nada. Resulta significativa la alabanza de Jesús al Padre, donde expresa una alegría inmensa, infinita, que proviene del Espíritu Santo, porque los sencillos por fin se apropian de la verdad de Dios. Esta verdad ya no está encerrada en claustros privilegiados ni en púlpitos condenatorios, sino en aquellos que abren su corazón humildemente a la grandeza de Dios.

¿He vivido experiencias similares en mi vida de cristiano, donde he sido instrumento de “obras de poder”? ¿Otros han sido sanados por la acción de Dios a través mío? ¿Cómo me hace sentir eso? Y mirando mi vida y las acciones de otros ¿Por qué o, mejor dicho, por quienes agradezco a Dios?

Categories: Evangelio diario

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