+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Dijo el Señor:
¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Tiene un demonio!” Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!” Pero la Sabiduría ha sido reconocida, como justa por todos sus hijos.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
Hoy, Jesús constata la dureza de corazón de la gente de su tiempo, al menos de los fariseos, que están tan seguros de sí mismos que no hay quien les convierta. No se inmutan ni delante de Juan el Bautista; ni tampoco se inmutan ante el Hijo del hombre. Quienes estaban cerrados a la Buena Noticia, rechazaron tanto la rigurosidad de Juan Bautista como la gozosa misericordia ofrecida por Jesús. Detrás de las acusaciones de los fariseos se esconden orgullo y soberbia: nadie les ha de dar lecciones; no aceptan a Dios, sino que se hacen su dios, un dios que no les mueva de sus comodidades, privilegios e intereses. El breve texto de hoy, nos puede incomodar un poco, porque nos llama a reconocer nuestra oscuridad, a poner nombre a nuestras esclavitudes, a dejar de congeniar con la mediocridad y justificar nuestra incredulidad. Al celebrar un nuevo aniversario de nuestra independencia, abrámonos a lo que El Señor nos dice y no sólo a lo que queremos escuchar.
Preguntémonos: ¿Cómo quiero ser salvado? ¿A modo mío? ¿O según el camino de Jesús?… ¿Yo me resisto a la salvación que me ofrece Cristo?