+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús dijo a sus discípulos: “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”.
Les hizo también esta comparación: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo», tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
En el Evangelio de hoy se nos presentan tres imágenes o sentencias en boca de Jesús: Un ciego no puede guiar a otro ciego, un discípulo no puede ser más que su maestro, no puede uno fijarse en la paja del ojo ajeno si no repara en la viga del suyo propio. Ante estos elementos, algunos estudiosos señalan que Jesús reprueba así el dominio sobre los otros, el poderío que se sobrepone al hermano y el juicio condenatorio hacia los demás. Todo esto es algo que, lamentablemente, pareciera estar instalado en nuestra praxis cotidiana. Por eso hoy, se nos invita a observarnos muy bien a nosotros mismos antes de enfrentar al que consideramos pecador o infractor. Debemos tener una gran claridad sobre nosotros, mirarnos con la mayor objetividad posible y saber que todos compartimos la misma condición humana. Porque, muchas veces, juzgamos con mucha facilidad a los demás, pero no nos colocamos en la piel del otro; tenemos y damos muchas ideas, pero no hacemos mucho… Detengámonos hoy y hagamos nuestro propio examen de conciencia y purifiquemos los ojos de nuestro rostro y de nuestro corazón.
A la luz del evangelio nos podemos preguntar hoy: ¿Soporto, comprendo, perdono o critico con dureza los defectos y pecados de mis hermanos?