+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben”.
Jesús les contestó: “¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar”.
Les hizo además esta comparación: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a éste no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. El vino nuevo se pone en odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor”.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
En el Evangelio de hoy vamos a ver de cerca un conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de la época, escribas y fariseos. Esta vez el conflicto es entorno al ayuno. Los de siempre, los escribas y fariseos, se escandalizan de los discípulos de Jesús; no siguen las leyes antiguas del ayuno y la oración. Jesús, una vez más, deja clara su postura. Nosotros, a lo largo de los Evangelios (y de nuestra propia vida), nos vamos a encontrar con los fariseos como ejemplo de la hipocresía, del vivir de las formas, del actuar solo por el qué dirán, del quedarse en las puertas sin entrar en la gracia con el corazón. Jesús mismo y su presencia en medio de su pueblo produce tanta alegría que no caben ningún tipo de ayunos. Y Jesús, para escándalo de las autoridades que seguían la Ley “al pie de la letra”, arremeterá contra ellos porque viene anunciando un tiempo nuevo, un vino nuevo del que nosotros somos herederos.
Preguntémonos: ¿Cuál es la imagen de Dios que está por detrás de todas estas ideas preconcebidas, normas y prohibiciones? ¿Qué imagen tengo yo? ¿Corresponde a ese vino nuevo que se pone en odres nuevos? ¿Estoy dispuesto a cambiar “esos odres viejos” para acoger la novedad del Evangelio?