+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas”! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!
Palabra del Señor.
Reflexionemos
Hoy, como en los días anteriores y los que siguen, contemplamos a Jesús, condenando actitudes incompatibles con un vivir digno, no solamente cristiano, sino también humano: «por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad». Tal vez nos choca oír palabras tan duras de Jesús como las dirigidas a los escribas o estudiosos de la Ley; y a los fariseos o cumplidores de la Ley; con los que aparentemente el profeta de Nazaret tendría que tener más bien convergencia y cordialidad, dados el proyecto de ambos grupos con el del mismo Jesús. Sin embargo, hoy nuevamente se confirma que la sinceridad, la honradez, la lealtad, la nobleza…, son virtudes queridas por Dios. Lo que se condena en el discurso no es el fariseísmo, es decir, el celo por cumplir la ley, ni a los escribas estudiosos del Ley, sino las deformaciones en las que han caído y que amenazan a toda persona humana. ¿Acaso a nosotros no nos sucede algo similar? Aunque suene fuerte, ¿podemos oír hoy la palabra hipócrita dirigida a nosotros porque no armonizamos de forma coherente nuestra palabra, nuestra mente y nuestra conducta?
Que la Fiesta del gran buscador de Dios, San Agustín, a quien celebramos hoy, nos ayude a reflexionar y preguntarnos sinceramente: ¿Cuál es la imagen de mi mismo/a que trato de presentar a los otros? Corresponde a lo que soy de hecho ante Dios?