+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus discípulos:
Escuchen lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta enseguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.
Palabra del Señor.
Reflexión
En estos días veíamos como Jesús empleaba parábolas en su anuncio del Reino; pero también nos dábamos cuenta que muchas veces, no comprendemos lo que se nos enseña. Pero ahí aparece el Maestro, con palabras de aliento, intentando ponernos de nuevo en marcha. Hoy, nos ofrece una explicación de la parábola del sembrador. Se nos muestra cómo El cultivo de Dios que nace y crece aquí en la tierra es un hecho visible y cómo el éxito de la cosecha no radica en nuestras estrategias humanas ni en marketing, sino en la iniciativa salvadora de Dios “rico en misericordia” y en la eficacia del Espíritu Santo, que puede transformar nuestras vidas para que demos sabrosos frutos de caridad y de alegría contagiosa. En ocasiones, la palabra de Jesús puede quedarse en simple “parábola” para una multitud incapaz de comprender, pero para el que se deja llevar por su fuerza puede revelar “los misterios del reino de los cielos” todo cambia. Hoy, más que nunca, ante la Palabra debemos esforzarnos por aceptarla, entenderla y procesarla en la cocina de nuestro corazón, sólo así nuestra vida se transforma y llega a fructificar.
Uno de los grandes peligros para no escuchar ni comprender la Palabra de Dios es un corazón indiferente y endurecido. Preguntémonos hoy: ¿Tengo un corazón acogedor y disponible, dócil para llegar a una comprensión plena de la Palabra? ¿Mi estilo de vida me lleva a una comprensión profunda y transformadora de la Palabra de Dios o permanece en lo aparente?