+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Las parábolas son una de las formas preferidas por Jesús para dar su mensaje. En las parábolas, las imágenes y ejemplos tomados de la vida cotidiana –de lo que todo el mundo hace y conoce– se vuelven signos del Reino de Dios. Hoy el evangelio nos muestra la parábola del sembrador, que puede resultarnos tan familiar y pero que encierra un significado del todo especial. No permitamos que el ser muy conocida, nos haga perder la novedad del mensaje. En tiempos de Jesús, (como hoy), no era fácil vivir de la agricultura. El terreno era muy pedregoso. Había mucho matorral. Poca lluvia, mucho sol. Además de esto, muchas veces la gente al pasar por el campo pisaba las plantas. Sin embargo, y a pesar de todo esto, todos los años, el agricultor sembraba y plantaba, confiando en la fuerza de la semilla, en la generosidad de la naturaleza. Una parábola es una comparación. Se sirve de cosas conocidas y visibles de la vida para explicar las cosas invisibles y desconocidas del Reino de Dios. La gente de Galilea entendía de semillas, de terreno, de lluvia, de sol y de cosecha. Y Jesús se sirve exactamente de estas cosas conocidas por el pueblo para explicar el misterio del Reino. Hoy sólo destacaremos la actitud generosa del sembrador, quien no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Porque ha venido para que todos «tengan vida y la tengan en abundancia», no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea a lo largo del camino, como en el pedregal, o entre abrojos, y finalmente en tierra buena. Así hemos recibido la semilla en la tierra de nuestra vida.
A veces somos camino; otras veces piedra; otras veces, espinos; otras veces, tierra buena. Yo ¿qué soy? En nuestra comunidad ¿qué somos? La Palabra de Dios, ¿qué fruto está produciendo en mi vida, en mi familia y en nuestra comunidad: treinta, sesenta, o cien?