+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”.
Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Jesús no se queda encerrado en los límites de una familia biológica, sino que extiende los vínculos a un lazo más fuerte que el de la sangre. Esta nueva familia está por encima de la familia de sangre. Si los que están unidos a él por el vínculo de la sangre quieren seguir unidos a él, se tienen que hacer sus discípulos, es decir estar dispuestos a realizar la voluntad del Padre como cualquier otro seguidor de él. Por otro lado, la buena noticia es que todos podemos tener un vínculo tan estrecho con Jesús, como el que tiene una madre con sus hijos y los hermanos entre sí. Jesús me invita así a llegar a ser discípulo/a. Esto no significa caminar detrás suyo, sino que convertirme en un miembro apreciado de su familia.
Hoy, mirando mi vida, mi realidad ¿Creo que Jesús me cuenta entre los más cercanos, entre sus parientes más cercanos? ¿Con mi decir, pensar y hacer, muestro que ésa es mi identidad?