+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”
María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”.
Jesús le dijo: “¡María!”
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”
Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes””.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras
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Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy celebramos a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. María Magdalena ha vivido una experiencia transformadora en su encuentro con Jesús antes de la Pascua. La vincula de tal manera a Jesús que estará presente en el momento de la muerte de Cristo, junto con la Madre del Señor y Juan, el discípulo más querido. Ella es la primera testigo de la Resurrección. Ella vio al Resucitado y escuchó las palabras que él le dijo. Ella es la primera apóstol de la Resurrección porque corre a anunciarlo. María, contágianos tu amor por Jesús. Enséñanos a buscarle sin desfallecer, a no dejar jamás de anunciarle y de transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros. Magdalena, ayúdanos a no despreciar nunca a nadie. Y mucho menos a los que parecen amar con exceso.
¿Has pasado ya por una experiencia que te dio este sensación de pérdida y de muerte? ¿Qué te dio nueva vida y te devolvió la esperanza y la alegría de vivir?