+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Jesús resucitado había anunciado con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios.
Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?”
Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: “Señor, ¿y que será de éste?”
Jesús le respondió: “Si Yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme”.
Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: “Él no morirá”, sino: “Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?”
Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Palabra del Señor.
Reflexión
En el evangelio de hoy se evidencian dos actitudes que llaman la atención: la actitud de Pedro y la actitud del discípulo amado. Hoy se nos relata otro “altibajo” de Pedro, quien vuelve a repetir su sincero deseo de seguirle. Pero, en este mismo momento, también se interesa por el “discípulo a que Jesús tanto quería” y se atreve a preguntarle: “Señor, y este ¿qué?”. Con su respuesta, podemos interpretar que Jesús le dice: Tú sígueme y que la situación en la que va a quedar este otro discípulo no sea ningún obstáculo para seguirme. Estamos a las puertas de Pentecostés. Fue un momento de gracias para la Iglesia. Y lo puede ser también para cada uno de nosotros. Se termina el tiempo pascual, y comienza el tiempo ordinario. Hemos acumulado fuerzas para afrontar este tiempo ordinario, que no aburrido. Es el momento de poner en práctica todo lo que hemos vivido todas estas semanas, junto a Jesús. Pues eso. Pongamos manos a la obra.
A la luz del evangelio de hoy nos podemos preguntar respecto de nuestras actitudes. Pedro se preocupa de unos y otros y olvida realizar su propio “Sígueme”. ¿Nos pasa algo similar en nuestro seguimiento de Jesús?