+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz». Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, celebramos a María que “se pone en movimiento” y visita (auxilia) a su prima Isabel. Cuando Lucas habla de María, él piensa en las comunidades de su tiempo que vivían dispersas por las ciudades del Imperio Romano y les ofrece en María un modelo de cómo deben relacionarse con la Palabra de Dios. En esta festividad de la Visitación de María a su prima Santa Isabel nos vienen a la mente las palabras del Papa Francisco cuando reivindica la feminidad de la Iglesia y la importancia de la mujer en el plan salvífico de Dios. Decía el Papa que la mujer da a la Iglesia una perspectiva más misericordiosa y tierna en la misión de la Iglesia, en sus relaciones comunitarias y en su dimensión samaritana con los más necesitados. Lucas acentúa la generosa prontitud de María en atender las exigencias de la Palabra de Dios. Ella sale pronta de la casa para ir a ayudar a una persona necesitada. Desde Nazaret hasta las montañas de Judá. ¿Cómo no sentirse interpelados por todo esto? Y lo central es que en este recorrido ella lleva en su seno a Cristo, el Señor. Así recorre los caminos de Palestina para compartir la alegría del regalo de la maternidad con su prima, que a pesar de su vejez, espera también un hijo.
¿Qué caminos estoy recorriendo hoy en día? ¿Estoy llevando al Señor conmigo? ¿Hacia dónde me dirijo?