+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen los que Yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino Yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá. Lo que Yo les mando es que se amen los unos a los otros.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, la Iglesia recuerda el día en el que los Apóstoles escogieron a aquel discípulo de Jesús que tenía que sustituir a Judas Iscariote, es decir, aparece la figura de Matías apóstol. En el Evangelio encontramos que, igual que a Matías, el Señor nos ha elegido a nosotros también para ser sus amigos, para gozar de su intimidad, de sus confidencias, en definitiva de su amor, en el contexto de la despedida de la Última Cena. De este modo se nos insiste que fue Jesús quien nos eligió. No fuimos nosotros quienes elegimos a Jesús. Fue él quien nos encontró, nos llamó y nos dio la misión de ir y de dar fruto, fruto que permanezca. Nosotros necesitamos de él, pero también él quiere precisar de nosotros y de nuestro trabajo para poder continuar haciendo hoy lo que él hizo para el pueblo de Galilea. La última recomendación: «¡Esto les mando: que se amen unos a otros!» Así, permanecer en su amor, amarnos como Él nos ha amado, ser sus amigos, considerarnos elegidos por Él, gratuitamente, sin mérito alguno por nuestra parte, es parte de lo que nos recuerda el evangelio. Todo esto hace de nosotros también hoy apóstoles, como Matías. También compartiendo su “anonimato”, su discreción, pero gozando a la vez de la alegría de permanecer en el amor de Jesús. Y expandiendo su mensaje allí donde estemos, como Él espera y quiere de nosotros.
Somos amigos y no siervos. ¿Cómo vivo esto en mi relación con las personas? ¿y en mi relación con El Señor? ¿cómo voy cultivando esa amistad?