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Marcos 4, 26-34: Echa la semilla, duerme, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo.

1 de Febrero 2019     Freddy Araya    

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos

Jesús decía a sus discípulos:
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”.
También decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”.
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Palabra del Señor.

Reflexión

En el evangelio de hoy Jesús, de nuevo, cuenta dos pequeñas historias que acontecen todos los días en la vida de todos nosotros: “La historia de la semilla que crece por si sola” y “La historia del grano de mostaza que crece y se vuelve grande”. Estas parábolas nos hablan “del crecimiento”. Una de ellas pone su mirada en lo oculto y misterioso que tiene el crecimiento de una semilla, y la otra en la fuerza y grandeza a la que puede llegar una semilla cuando se demuestra su verdadera identidad. Así es el Reino: no tenemos idea cómo, cuándo ni dónde crece. Que en cada uno de nosotros nos reconozcamos como el milagro de una semilla que germinó y dio fruto; de nosotros depende crecer como la mostaza hasta ser refugio y protección para que los frutos de otras semillas puedan crecer, fortalecerse y crecer a su vez hasta hacerse refugio y protección de una generación posterior. Que con sencillez y valentía, allí donde nos encontremos, hagamos presente el Reino de Dios y que lo acojamos con la ingenuidad de un niño y con la responsabilidad de un adulto…

Jesús no explica las parábolas. Cuenta las historias y provoca en nosotros la imaginación y la reflexión del hallazgo. ¿Qué descubrimos hoy en estas dos parábolas?

Categories: Evangelio diario

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