«Y mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no habían encontrado sitio en la hospedería».
Con estas palabras sencillas y escuetas se narra en el evangelio el hecho decisivo de la Historia: el nacimiento de Jesús, el Mesías, el Señor!
Han sido necesarios siglos de anuncios de profetas y videntes, y la lenta preparación de la humanidad a través de un pueblo elegido: Israel. Ellos expresaban simbólica y misteriosamente el anhelo permanente de la Humanidad de un deseo de salvación y plenitud que llevaba impresa en sus entrañas como una nostalgia siempre buscada y nunca plenamente realizada. Es que desde siempre, el hombre caminó como un águila con el ala quebrada que no podía remontar el vuelo para realizar la utopía de sus sueños. Es que la humanidad sin la encarnación del Verbo es una humanidad a medio camino, un sueño imposible, una tierra sin agua, un vientre estéril sin fecundar, Por eso, al acercarnos al pesebre y mirar a ese niño envuelto en pañales que nos mira y nos sonríe, el hombree se siente estremecido y perplejo ante el misterio, y experimenta el consuelo y la alegría frente a la jovialidad de nuestro Dios.
¿Qué le dices al Señor en este día?