+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a Aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”.
Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”
“Ven y verás”, le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Éste es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”.
“¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael.
Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”.
Natanael le respondió: “Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”.
Jesús continuó: “Porque te dije; “Te vi debajo de la higuera”, crees. Verás cosas más grandes todavía”.
Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Reflexión
El relato nos presenta un diálogo de mutuo reconocimiento. Jesús caracteriza a Natanael como un “verdadero israelita”, uno que vive la alianza con Dios y confía en sus promesas. Esta declaración lleva a que Natanael, a su vez, pueda reconocer a Jesús con tres títulos: Maestro, Hijo de Dios y Rey de Israel. Este verdadero israelita percibe que sus expectativas se están cumpliendo: se encuentra ante el enviado de Dios. Como buen seguidor del Maestro, manifiesta una fe que va más allá de lo que ve, que se consolida con la fuerza y gracia del encuentro con quien le ha llamado. Cristo, ruta de ida y vuelta entre Dios y los hombres por la que transitamos todos los que, por necesitados de gracia, buscamos la ternura y la misericordia de Dios que nos restaura y anima.
A la luz del texto hoy escuchemos al Jesús que siempre se ha adelantado a nosotros. Callemos un poco. Hablamos demasiado. Dejemos que sea Dios quien hable. Y que, como casi siempre, nos sorprenda y desinstale.