+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Por qué le hablas a la multitud por medio de parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: ‘Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los sane’. Felices los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Palabra del Señor.
Reflexión
En el evangelio de hoy los discípulos quieren saber por qué Jesús, cuando habla a la multitud, sólo habla en parábolas: «¿Por qué usas parábolas para hablar con ellos?» ¿Cuál es el motivo de esta diferencia? Jesús, en ningún momento responde a la pregunta de los discípulos, solo dice que “así entienden un lenguaje sencillo”. Las parábolas: una nueva manera de hablar a la gente sobre Dios. La gente queda impresionada con la manera que Jesús tiene de enseñar. Experiencia que nos llama a ir más allá, pues se trata de un lenguaje cargado de simbolismos y, sobre todo, de desafíos y contradicciones. Esta forma empleada por Jesús nos induce a pensar, nos lleva a implicarnos en la historia desde nuestra propia experiencia de vida. Hace que nuestra experiencia nos lleve a descubrir que Dios está presente en lo cotidiano de nuestra vida. La parábola es una forma participativa de enseñar, de educar. No nos da todo… No hace saber, sino que hace descubrir. Hay que tener el espíritu abierto para querer entenderlas, pero no todos están dispuestos a abrirse y dejarse impactar por las palabras de Jesús. En ocasiones también nosotros endurecemos nuestros oídos y cerramos nuestros ojos, para no oír y ver, con el corazón” a Jesús.
Necesitamos mantener los oídos, los ojos, el corazón… abiertos a Jesús y a sus palabras para ser “dichosos”. Cuando leo los evangelios, ¿soy como los que no entienden nada o como aquel a quien le he dado conocer el Reino?