+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”.
Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy nos relata un episodio que en cierto sentido nos cuesta comprender… La misma idea aparece en otros párrafos de los evangelios sinópticos, donde Jesús dice haber venido a traer enfrentamientos entre hijo y padre, hija y madre, nuera y suegra, etc., etc. A simple vista, pareciera el acabóse de las relaciones familiares tal como las entiende nuestra cultura. Sin embargo, Jesús no reniega de su familia; al contrario, amplía el concepto de madre y hermanos porque implica el amor a muchos bajo una sola forma de comprender la maternidad y la fraternidad: cumpliendo la voluntad del Padre del cielo. Jesús sitúa la maternidad y la fraternidad en el modo de ser de Dios. Dios es quien nos da la vida, y la vida que tenemos está inserta en el modo de ser de Dios. La voluntad de Dios, es comprender su compasión y misericordia como lenguaje también humano. Hoy Jesús, en el Evangelio, nos incluye en una nueva familia. Hoy él nos llama hermanos y hermanas. Y así nos impulsa a que nosotros también llamemos del mismo modo a quienes están con nosotros. Y, al verlos sufrir, estar en soledad o ser excluidos, también podamos abrazarlos y decir con el Señor: “Estos son mis hermanos y hermanas”.
Con nuestro actuar ¿somos hoy parte de la familia de Dios?