+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?”.
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy recordamos a Sta. Teresa de Los Andes, la primera santa chilena. Ella, que nació en Santiago de Chile el 13 de Julio de 1900 y fue bautizada con el nombre de Juanita Fernández Solar, en 1919 ingresó en la Orden de las Carmelitas Descalzas de Los Andes. Con su ejemplo y su testimonio de ser alegre, servicial, comunicativa y bromista, puso todo su amor en Cristo, en la Eucaristía, en la Virgen y en la oración. Hoy el Evangelio, de algún modo nos habla de su vida, de lo que significa la alegría, la humildad, la sencillez, el abandono, porque para entrar en el Reino de los cielos, hace falta un pasaporte: ser pequeño. El Señor nos enseña en este Evangelio que ser pequeño significa volver a ser niño, lo que, por cierto, implica un cambio (una conversión), recuperar cada día aquel tesoro que se va desgastando con los años. Un niño tiene las manos pequeñas. Todo le queda grande, todo le sobrepasa, en todas las sillas sus pies quedan colgando. Pero es feliz aunque no tenga el control de todo. Más aún: su felicidad consiste en que no quiere controlarlo todo. El niño vive para recibir, para descubrir, para sorprenderse. La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas; más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo.
Preguntémonos ¿Qué me dice hoy, la figura y el testimonio de Sta. Teresita de Los Andes? ¿Cómo me hago niño para dejarme sorprender y abandonarme en las manos del Padre?