– Jesús fue el primero en predicar el perdón sin límites. En la vida de este “amigo de los pecadores” nada es tan constante como el continuo perdonar. Al paralítico de Cafarnaún, a la mujer pecadora, a la adúltera de Jericó; a la Samaritana, a Zaqueo, a sus enemigos tantas veces. Estas escenas parecían escandalizar a los que lo rodeaban: les parecía a ellos que sacrificaba la justicia por la misericordia; la dignidad por la mansedumbre, la fuerza por la paz, casi la verdad misma para que el pecado pueda ser perdonado y el pecador pueda ir libre.
– Misericordia es el amor del miserable. Hay un amor que estima lo que tiene valor y de este amor no somos acreedores. Pero hay un amor que ama lo que no vale y hasta el que no tiene sino el valor negativo de su miseria, y este amor sólo Dios puede tenerlo. Es amor creador. Se siente inclinado donde hay menos, porque puede poner más. Por eso busca la miseria y es misericordioso. La Virgen Santísima nos ha enseñado el himno de la misericordia. Ha llenado de bienes a los hambrientos; ha mirado la humildad de su esclava; ha hecho en mí cosas grandes el que es poderoso y su misericordia de generación en generación. Por eso ninguno es tan apto a sentir el amor de Dios como el miserable y por eso Dios se complace en que los miserables canten su amor. Por San Alberto Hurtado
¿Qué te parece esta misericordia de Dios expresada en Jesús su Hijo?
¿Has pensado seriamente las consecuencias prácticas de perdonar?