+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 11-13
Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con Jesús; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: “¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo”.
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Evangelio de hoy presenta una discusión de los fariseos con Jesús. Los fariseos, ciertamente conservadores, tirando al inmovilismo, piden un signo del cielo; tal vez desconcertados por la gran novedad de Jesús. ¿Qué tipo de señales buscaban? ¿Acaso una acción espectacular? ¿Qué tienen que ver esos fariseos con nosotros? Aunque a los fariseos hay que reconocerles una actitud religiosa responsable, podría criticárseles que algunos se mostraban cerrados, superiores a los demás y por ende, marginando a otros con su mirada religiosa… Hoy, también nosotros podemos caer en actitudes similares al quedarnos en posiciones religiosas estáticas porque es más cómodo… y al condicionar nuestra adhesión al Señor exigiendo señales. En este escenario cual es la actitud de Jesús: no hacer frente a la provocación, Él renuncia al alarde gratuito e innecesario de su poder, para enseñar a través de un seguimiento, a través de sus opciones.
Hoy nos podemos preguntar ¿Qué me dice hoy este texto? ¿Qué invitación me está haciendo?
One thought on “Marcos 8, 11-13: ¿Por qué esta generación pide un signo?”
No debemos olvidar que en las tentaciones, el Diablo también le pidió señales a Jesús en el desierto «Si eres hijo de Dios has esto…»
También en su travesía desde la esclavitud en Egipto a la Tierra Prometida, el pueblo de Israel, cuando surgen dificultades, sed, hambre o algún grado de angustia, piden a Moisés señales de que Dios está con ellos».
Dios nunca abandona a sus hijos y les da lo que necesitan (brotó agua de las rocas cuando tuvieron sed, les díó el maná del cielo o codornices, cuando tuvieron hambre). «En pedir no hay engaño» pero Dios reconoce a los suyos y también reconoce a los que por muchas señales que les dé, no le seguirán con fidelidad.