+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, Yo te lo ordeno, levántate”.
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo”.
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Reflexiona
Hoy Lucas con pocas palabras consigue pintar un hermoso cuadro donde se encuentran la procesión de la muerte que sale de la ciudad y acompaña a la viuda que lleva a su único hijo hacia el cementerio y la procesión de la vida que entra en la ciudad y acompaña a Jesús. Con el sufrimiento de la viuda de Naím se nos manifiesta literalmente qué es compasión: Jesús al verla, sufre con ella, asume el dolor. Es la compasión lo que acciona en Jesús el poder de la vida sobre la muerte, el poder creador de Dios.
Fue la compasión lo que llevó a Jesús a resucitar el hijo de la viuda. El sufrimiento de los demás ¿produce en nosotros la misma compasión? ¿Qué hago para ayudar al otro a vencer el dolor y crear vida nueva?