+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús decía a sus discípulos:
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.
¿Por qué ustedes me llaman: «Señor, Señor», y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.
Reflexiona
El evangelio de hoy nos presenta la parte final del llamado Sermón de la Planicie o la llanura. Se nos dice que no basta decir Señor, Señor, pues lo importante no es hablar bien de Dios, sino hacer la voluntad del Padre para comunicar su presencia en el mundo. Así, escuchar y practicar, son los verbos claves en este texto y el mismo Dios se vuelve fuente de seguridad para nosotros, cuando tratamos de practicar su voluntad. Así se convierte para nosotros en el fundamento de nuestra vida, en la roca que nos sustenta en la hora de las dificultades y de las tormentas.
A la luz de este relato nos podemos preguntar ¿lo que estoy construyendo con mi vida se está sosteniendo en Dios?