+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con los otros discípulos cuando se presentó Jesús resucitado. Ellos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”
Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”
Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.
Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”
Reflexiona
Celebramos hoy a Santo Tomás, el apóstol incrédulo que pide una prueba de la resurrección del Señor. Es el mismo apóstol que pregunta acerca del destino final de Jesús y acerca del desconocimiento del camino que conduce a su persona (cf. Jn 14,5). Al no estar unido a la comunidad no experimenta la presencia del Señor de la Vida. Cabe preguntarnos ¿descubro al Señor vivo y resucitado en mi vida, en mi comunidad cristiana, entre mis familiares y amigos? La comunidad es el lugar por excelencia donde se manifiesta de mejor forma al Cristo Vivo para señalar al igual que él: ¡Señor mío y Dios mío!