+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús. Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”.
Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.
Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley de ustedes: «Yo dije: Ustedes son dioses»? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el Padre”.
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en Él.
REFLEXIONA
Qué difícil es cambiar los esquemas con los que miramos la vida! A pesar de las evidencias más patentes, los judíos con los que discutió Jesús no querían abandonar sus creencias. “Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí”. El fanatismo religioso puede llegar a enceguecer, impidiendo ver el paso o la presencia de Dios frente a nuestras propias narices.