+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús fue a la región de Judea y al otro lado el Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?».
Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?».
Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella.»
Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, «Dios los hizo varón y mujer». «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne». De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.»
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».
Reflexionamos
• Sobre todo en una sociedad como la que tenemos en gran parte de Occidente, no resulta fácil escuchar y asumir la posición de Jesús. Pero, como siempre, es claro y directo. La dureza de corazón de las personas justifican soluciones legales pero moralmente discutibles, pero hay que reconocer cuál es el ideal o hacia dónde hay que caminar. Es cierto que hay atenuantes o que existen imponderables en la relación entre dos personas, pero que no se defina el matrimonio como una relación en que da lo mismo esforzarse por hacerla crecer o no. Parece que aún no vislumbramos el poder de transformación personal que tiene el matrimonio.
¿Qué dices sobre esto a quienes te escuchan?
