+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete.» Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Reflexionamos
Los milagros, como cualquier acción inesperada que cause bien, siempre tienen a Dios como su fuente. Por eso, en este hecho, Jesús mira al cielo, como signo para los demás de su convencimiento de que es el Padre Dios quien origina la sanación en la persona. Del mismo modo, en todas las acciones buenas que realizas (que a veces pueden admirar otros), ¿dejas claro que vienen de Dios y no de ti?