- Ensancha tu deseo, tu deseo de ser más del Señor, y dejarte encontrar por Él. la oración nace de nuestra pobreza y nuestra necesidad; la ahoga el engaño de la suficiencia. Ap 3,17 “ dices soy rico…” Coexisten en nosotros deseos auténticos (de Dios) y otros que quieren escapar a la gracia (recovecos del corazón). Presenta unos y otros a Dios, sumergiendo en El la propia pobreza. El Padre nos toma consigo en nuestra totalidad, tratando de realizar lo mejor de cada uno.
- Insiste y permanece, que llega hasta las entrañas de Dios (Ex 3,7) nuestra súplica. Orar es gracia, pero requiere también nuestro esfuerzo, disciplina, trabajo para unificar las energías dispersas. Se nos pide que no dejemos de remar esforzadamente mientras aguardamos –en vigilia– que el viento del Espíritu despliegue nuestras velas.
¿Qué le dices al Señor antes de finalizar el día?
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?