Recuerdo la escena en que Jesús envía
a sus discípulos a predicar el Reino,
a curar…y a expulsar los demonios…[Lucas 10, 1-12]
Me encuentro allí cuando él anuncia
los nombres de quienes van a ser enviados…
¿Qué siento yo cuando le oigo decir mi nombre?…
y cuando pienso en marchar a sitios desconocidos…
o comprometerme más en la tarea del Reino de Dios… ¿Qué es lo que siento?
¿Qué preparativos hago antes de salir para mi misión…?
Antes de partir o comprometerme,
a cada quien se le concede un encuentro privado con el Señor.
Cuando observo su amorosa mirada,
siento, todo asustado(a),
que voy a cambiar el mundo,
a reconstruir el proyecto de Dios,
con un corazón que, es verdad, ¡necesita él mismo un cambio!
¿Qué cambios necesito?
¿Qué puedo hacer?