Jesús agradece a su Padre que los secretos de Reino de Dios sean revelados a los sencillos. En lo insignificante según los ojos de la sociedad se manifiesta la bondad y la misericordia de Dios. Felices los discípulos que han contemplado la fuerza de Dios en los pequeños. Esta actitud es la que se nos pide, de ser sencillos y de reconocer en los humildes el rostro de Dios. ¿Dónde buscas a Dios?
Reflexionamos
Al regresar los setenta y dos discípulos de su misión, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:
“¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.