En todo camino espiritual hay que pasar por la “noche”, por la “ausencia”, para crecer. Es inevitable experimentar durante algún tiempo alguna forma desconcertante de sentir la presencia–ausencia de Dios, que permita transformar nuestra imagen de Dios. Dicho de otro modo, para pasar de los “ídolos” al “Icono” hay que atravesar la Noche, el Silencio. Un Silencio entendido como otra forma de presencia de Dios: “Dios está ahí, Dios está presente; pero no está ahí, si se puede decir, más que para sentir su ausencia, una necesidad infinitamente más necesaria que la vida y que está radicalmente fuera de su alcance, como si se le escapase, como si jugase con la sed que ha encendido.
“¡Oh Noche que guiaste!
¡Oh Noche amable más que la alborada!
¡Oh Noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!” (Poema Noche Oscura, 5).
¿Cómo experimento esa ausencia de fe en mi vida?
¿Qué me dice el Señor antes de terminar el día?