Jesús, al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: «Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones»”.
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Reflexionamos
En Israel los profetas lucharon para hacer que en Templo se viva el verdadero culto, basado en la justicia y la misericordia y no un culto desencarnado. Jesús en ese contexto expulsa a los mercaderes, con aquellos que lucran con la fe, quiere volver el culto a Dios y no al dinero. El evangelio de hoy nos invita a tener ese celo por Dios y su Reino. ¿Qué actitudes tengo que expulsar en mí para testimoniar el Reino de Dios?