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Lucas 19, 1-10

15 de Noviembre 2016     soporte    

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Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”.  Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”. Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

Reflexionamos

Jesús en su camino hacia Jerusalén pasa por la ciudad de Jericó. Ahí se encuentra con un hombre de baja estatura, llamado Zaqueo que en hebreo significa “el puro”, “el justo”, todo lo contrario como un publicano como él, es decir, que cobraba impuestos para el imperio romano. Por esta razón es mal visto y despreciado por sus vecinos, pues era considerado un pecador público al servir a la potencia extranjera que somete al pueblo de Israel. Jesús se fija en él y Zaqueo lo acoge con alegría en su casa. Este hecho genera gratitud en él y provoca su conversión, se transforma en justo en una exigencia que se autoimpone: distribuir la mitad de sus bienes a los pobres y devolver cuatro veces más a quién ha tratado con injusticia. ¿Estoy entregando lo mejor de mí para servir a los demás?

Categories: Evangelio diario

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