Jesús dijo a sus discípulos:
“Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!
Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo”.
Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”.
Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería”.
Reflexionamos
El texto de hoy nos señala la importancia de la corrección fraterna. En ella es importante la palabra suave, amable, pero sobre todo, el testimonio de vida evangélica para auto confrontarnos frente al hermano. Perdonar no es fácil, muchas veces se opta por romper las relaciones con la persona que nos ha ofendido; sin embargo, Jesús nos propone una medida perfecta para perdonar: el amor. La corrección fraterna y el perdón han de cualificar nuestro testimonio de vida cristiana y por eso debemos decir “Señor, auméntanos la fe”. ¿Corrijo a quienes más amo, puedo perdonar? ¿Celebro con frecuencia el sacramento de la Reconciliación?