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Si a Jesús le llamamos Salvador, es preciso saber de qué nos salva: ahí radica la captación de lo mucho que Jesús significa para mí. Nos salva, al arrancarnos de la dinámica tenebrosa de nuestro pecado y meternos en su amor, nos salva de lo “incomprensible, de la tiniebla, del antagonismo del mundo, de lo contrario al amor; a veces sobre la tierra he tenido la experiencia de este estado, en que los seres, confinados cada uno dentro de sí mismo, permanecen totalmente impermeables unos para otros”. Y decimos: ¡esto es un infierno! Jesús nos salva “nada menos que del infierno”: de la tragedia absurda de la autodestrucción completa. no hay que tener miedo de bajar hasta las profundidades: en la hondura más negra de las posibilidades humanas, también ahí encontramos a Jesús, en su obra completa de salvación y en la grandeza de su amor incondicional, (Laplace).
¿De qué te salva el Señor?
¿A qué te invita el Señor al terminar el día?
¿Qué le dices antes de tu descanso?