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Lucas 10, 25-37

3 de Octubre 2016     soporte    

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.»
«Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida.»
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver.»
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?»
«El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera.»

Reflexionamos

Tal como este doctor de la ley, frecuentemente somos muy legalistas. “¿Quién es mi prójimo?” es una pregunta que intenta dejar muy en claro, quién puede ser objeto de mis cuidados y respeto, y quién no. Jesús es claro: todo aquel que esté en el radio de tu influencia, todo aquel que pueda sentir tu ternura, es tu prójimo. ¿Por qué? Porque la compasión abre nuestros ojos y nos permite reconocer que toda persona que se cruza en nuestra vida, superando cualquier discriminación y prejuicio debido a sus opciones políticas, nivel socioeconómico, género, edad, adhesión religiosa, etc., es mi hermano o hermana.
Te invitamos a un ejercicio: durante el día, cada vez que te cruces con alguien (en especial con aquellos/as que te caen mal), repite en tu interior: “Este es mi hermano”, “Esta es mi hermana”. Descubre, al final del día, cómo se transforma tu vida al considerar esto.

Categories: Evangelio diario

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