Ten un nombre sin tacha
como un buen fariseo.
Tú ayunas y ahorras
los días señalados,
y los papeles de tu vida
están firmados y absueltos.
Líbrate de dar la mano
al enfermo de sida
saludando su pasado,
o preguntarle su nombre
mirándole a los ojos.
Los pobres son un abismo de
ignorancia y pereza que devora
al que se acerca con su tiempo
y sus bienes. La ansiedad del
solitario puede engullir tu
compañía con un remolino de
naufragio. Tal vez baste una
limosna depositada por
teléfono en la mano fría de una cuenta de banco.
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?