+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Uno de la multitud dijo a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.
Jesús le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?” Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”.
Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: «¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha». Después pensó: «Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida».
Pero Dios le dijo: «Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?»
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Ayer Domingo hemos iniciado la semana número veintinueve del Tiempo durante el Año también llamado “tiempo ordinario”. Recordemos que estamos en compañía del Evangelio según San Lucas, el cual nos está narrando el largo camino de Jesús hacia Jerusalén, camino que el Señor recorre con decisión hacia su Pascua. En el día de hoy el evangelista nos presenta la parábola del rico insensato. Todo empieza con la intervención de uno que le pide al Señor Jesús que sea juez en un tema de herencia (en Israel era común que se les pidiera a los maestros ser jueces en esos casos), pero Jesús no tiene tiempo para eso, ya que está dedicado, completamente, a la urgencia del Reino de Dios. Pero el tema de la herencia y lo que ella significa le da la oportunidad al Maestro para advertir a los discípulos (as) sobre el peligro de los bienes materiales y lo hace con la parábola del rico insensato, la cual está marcada por varios, pequeños pero importantes, detalles. Nótese en la redacción de la parábola la insistencia del rico insensato, primero, en hablar en primera persona: yo haré, demoleré, construiré, amontonaré, diré; y segundo, en usar el pronombre posesivo: mi cosecha, mis graneros, mi trigo, mis bienes, mi alma. Demuestra la total avaricia que ciega al rico insensato que no puede pensar nada más que en él y en darse buena vida; pero el Maestro de Nazaret dice que esta persona sólo le aguarda la muerte por no ser rico a los ojos de Dios. ¿Cómo se puede ser rico a los ojos de Dios? Con las obras de misericordia. «El rico ante Dios es el bienaventurado y el que posee una esperanza gloriosa. ¿Quién es éste? Evidentemente el que no ama las riquezas, sino la virtud [Cirilo de Alejandría]».
¿Cuál es mi relación con los bienes materiales? ¿Comparto con el que no tiene? ¿Qué podría hacer para ser rico a los ojos de Dios?