+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”
María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”.
Jesús le dijo: “¡María!”
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”
Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes””.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Calendario romano nos presenta en este día la Fiesta de Santa María Magdalena, por esta razón el texto del evangelio de hoy está tomado de las lecturas propias de esta santa tan importante nombrada por Santo Tomás de Aquino como Apostolorum Apostola (=Apóstola de los apóstoles) por ser la primera persona que vio a Jesús resucitado y por ser enviada (=Apóstola) a anunciarlo a los apóstoles escondidos en el Cenáculo. Por respeto al Sábado María Magdalena estuvo en su casa después de la sepultura de Jesús, ya que, como dice Cirilo de Alejandría: «Esta mujer, extraordinariamente fervorosa y amante de Dios, no hubiera podido soportar permanecer en casa y verse lejos del sepulcro si no hubiera temido la ley del sábado…» Juan nos presenta a María que va muy temprano al sepulcro, todavía con la oscuridad de la muerte, oscuridad del dolor, oscuridad de la pérdida; oscuridad que la hace pensar en el robo del cuerpo del Señor al ver el sepulcro abierto (ver Ct 3,1-2). María Magdalena lloraba afuera del sepulcro y mientras lloraba ve a los ángeles y luego al Señor, pero el dolor y la pena es tan grande que no lo reconoce; el mismo Jesús le ayuda para que lo reconozca llamándola por su nombre: María, ella al escuchar como el Señor pronuncia su nombre, descubre su presencia, la pena se transforma en alegría, la oscuridad en luz, se abraza a Él (ver Ct 3,4) y, entonces, Jesús la envía a anunciarles a los discípulos la gran noticia y María se transforma en la Apóstola, la enviada del Señor, la testigo de Jesús Resucitado. Por último, una invitación: evitemos el error cometido durante siglos de identificar a María Magdalena con la prostituta, la adúltera o la mujer pecadora, porque esto no sale en los Evangelios.
¿Qué me llama la atención de la persona de María Magdalena? ¿Qué significa para mí el sepulcro vacío? ¿Cómo puedo ser testigo de Jesús resucitado?