+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Después que los cinco mil hombres se saciaron, enseguida Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras Él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y Él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.
Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Palabra del Señor.
Reflexión
Continuamos, en el día de hoy, leyendo a San Marcos quien nos narra el milagro de Jesús caminando sobre las aguas. Este milagro es una especial revelación del Señor a sus discípulos para que lo conozcan mejor que las multitudes que ya se ha retirado. Hay un fuerte contraste entre la calma de la oración solitaria de Jesús en la montaña y la angustia que sufren los discípulos en la barca en medio del lago con el viento en contra, mientras tratan de cruzar desde Tabgha hacia Betsaida Julia. La oración no aísla al Señor que va en socorro de sus discípulos caminando sobre el mar, demostrando así su victoria sobre los poderes del mal (ver Job 9,8). El hecho de que Él hace como que “pasa de largo” permite a los discípulos ver al algo de su Gloria, como cuando la Gloria de Dios pasó delante de Moisés en el Sinaí (ver Ex 33,21.23) o como cuando Dios pasó en suave brisa delante de Elías en el Horeb (ver 1 Re 19,11-12); también el uso del verbo “pasar de largo” indica que el Maestro quiere ayudar a sus discípulos en la adversidad, tal como se describe en el profeta Amós (Am 7,8; 8,2). Frente al estupor de los discípulos el Señor se identifica y lo hace en forma solemne: “Ánimo, soy yo, no teman”, fórmula que recuerda el Nombre Sagrado de Dios (YHWH=Yo soy) y las majestuosas palabras de Dios para revelarse a su pueblo y ofrecerle ayuda y salvación (ver Is 43,10-13). Pero los discípulos no comprenden su poder divino ni su condición de Salvador y Redentor mesiánico, como tampoco comprendieron que Él, en la multiplicación (anticipo de la Eucaristía), se había hecho alimento y sustento para todos y para siempre.
¿En las dificultades confío plenamente en el Señor? ¿Acepto a Jesús como mi único Salvador y Redentor? ¿En mi oración personal, tengo presente a los necesitados, a los pobres, a los marginados?