+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: “Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas”. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: “El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren”.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: “Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes”. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
Palabra del Señor.
Reflexión
Comenzamos a leer el último capítulo de este evangelio dedicado a la autoridad de Jesús y a la invitación que hace para entrar en el Reino, después vendrá el discurso escatológico. Hoy San Mateo nos presenta la parábola del banquete de bodas en la que distinguimos primero, dos llamados a los invitados, segundo, un llamado a los marginados y tercero, una clasificación durante el banquete. El Reino de los Cielos es presentado aquí como un banquete mesiánico, tal como lo describe Isaías 25,6-10. En este contexto es Dios quien libremente invita al banquete; en la invitación se hace hincapié en la urgencia de asistir, dos veces se hace la llamada o invitación y tres veces se insiste en que todo está dispuesto y preparado (los platos están calientes); esta insistencia denota la urgencia escatológica de los tiempos mesiánicos: el Reinado de Dios ya está aquí, en la persona de Jesús. Pero los invitados no dan importancia al banquete mesiánico, niegan la urgencia del Reino de los Cielos, toman a la ligera las cosas de Dios. El Rey concluye que los invitados no son dignos, no dan una respuesta espiritual y moral a adecuada a la invitación; por eso envía a buscar a los cruces de los caminos donde se juntan los marginados de Israel, los publicanos y toda clase de gente, de oficios no decentes; entonces la sala se llena de malos y buenos, ya que también los pecadores están invitados al banquete. Pero aparece uno sin traje de fiesta (el traje de fiesta significa una vida convertida y llena de buenas obras); los pecadores son invitados al banquete, pero el rey espera que se conviertan de su vida pecaminosa y esta persona no lo ha hecho por eso queda fuera de la fiesta mesiánica.
Recuerdo ¿Cuándo recibí la invitación del Señor al banquete del Reino? ¿Cómo he respondido a esa invitación? ¿Tengo el traje de fiesta, me convierto cada día al Señor?