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Lucas 6,43-49: No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos

11 de Setiembre 2021     Freddy Araya    

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas

Jesús decía a sus discípulos:
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.
¿Por qué ustedes me llaman: «Señor, Señor», y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande

Palabra del Señor.

Reflexión

Con el término de esta semana veintitrés del Tiempo durante el Año llegamos también al final del Sermón de la llanura presentado por San Lucas en su evangelio, este sermón concluye con las últimas dos parábolas de las cuatro finales que empezamos a leer ayer. En el día de hoy, con la parábola del árbol bueno, Jesús se dirige al corazón del hombre, es decir el centro de la persona, para pedirle que hable y actúe en coherencia consigo mismo. Enseña, el Señor, que hay una íntima relación entre el corazón de la persona y su comportamiento externo. Ciertamente en el corazón de la persona es donde se juega su salvación, porque de él sale el amor o el odio; sólo de un buen corazón nacerá una práctica verdaderamente cristiana. Ahora, el criterio para discernir la vida del creyente corresponde a sus frutos, como el compartir los bienes según ha insistido el Maestro; el discernimiento se hará por la calidad del fruto (el valor del árbol) y por el tipo de fruto (de dónde procede). Por eso el camino correcto es una vida injertada en la persona y el mensaje de Jesús (el árbol) que dé frutos verdaderamente evangélicos. Lucas concluye el sermón de la llanura con la parábola de los dos cimientos; los dos hombres de la parábola son discípulos, esto porque ambos llaman Señor, Señor a Jesús, pero uno de ellos construye sobre tierra y sin cimientos (o sobre arena), o sea, escuchando las palabras del Señor pero sin practicarlas y el otro discípulo construye con cimientos sobre roca, es decir, practica las palabras que escucha de Jesús y comparte con todos lo que posee, etc.; sólo de esta última manera se vive una vida cristiana y evangélica que no se desmorona ante las dificultades (inundaciones).

¿Pertenece mi corazón al Señor? ¿Qué frutos me identifican como discípula o discípulo? ¿Escucho y pongo en práctica, o sólo escucho?

Categories: Evangelio diario

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