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Dejarse amar

5 de Noviembre 2020     Freddy Araya    

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Tratemos de comprender la diferencia que hay entre este momento y este otro cuando también Pedro había dicho: “Señor, aléjate de mí que soy un hombre pecador”. Las palabras son, sustancialmente las mismas, pero ¡qué diversidad de experiencia! En la barca Pedro había quedado un poco sorprendido ante la potencia de Dios que lo había gratificado con esa gran pesca; consciente de la diferencia entre la potencia de Dios y su pobreza, en el fondo, no estaba convencido de tener necesidad también él de la misericordia de Dios. Podía convertirse en un ayudante del perdón de Dios, en una persona que podía seguir a Jesús, servir a los demás: no aceptaba ser él mismo el primer objeto de esta misericordia de ser el primer necesitado de la palabra de salvación. Pero he aquí que el Señor lo lleva, casi inexorablemente, hasta el punto en que Pedro reconoce quién es él en realidad, y en su llanto hay palabras muy sencillas: Señor, también yo soy un pobre hombre como todos; Señor, yo no creía llegar a todo esto; Señor, ten misericordia de mí; Señor, Tú vas a morir por mí que te he traicionado; Tú das la vida por mí que no te he sido fiel.

Aquí, finalmente, Pedro capta qué es el Evangelio como salvación para el hombre pecador, comprende el verdadero ser de Dios, que no es uno que nos estimula a ser mejor, no es un reformador moral de la humanidad, sino que, ante todo, es el Amor ofrecido sin límites, el puro Amor gratuito de misericordia que no condena, no acusa, no reprocha. La mirada de Jesús no es acusadora, ni amonestadora; sencillamente es una mirada de misericordia y de Amor. Pedro, te amo aun así, yo sabía que tú eras así, y te amaba sabiendo que eras así. Para concluir podemos decir: Pedro hace la experiencia, que probablemente es la más fácil y difícil de la vida, ser él el primero en hacer algo, pero ahora comprender que, en cambio, ante Dios no puede sino dejarse amar, dejarse perdonar, dejarse salvar. Es algo así como aquello a lo que, de otro modo, hace alusión el Evangelio de Juan en el episodio del lavatorio de los pies: “Tú no me lavarás los pies; yo te los lavaré a Ti, no Tú a mí”. ¡Cómo es de difícil tener que decirle gracias a alguien! 

Por Carlo María Martini SJ


¿Cómo te dejas amar por Jesús?
¿Quiénes más te aman?

Categories: Buenas Noches

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