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Lucas 6, 20-26: ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!

11 de Setiembre 2019     Freddy Araya    

7 de diciembre

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!

Palabra del Señor.

Reflexionemos

El evangelio de hoy nos presenta las cuatro bienaventuranzas y las cuatro maldiciones. En el texto, que tal vez nos parezca muy difícil de aceptar hoy día, porque rompe con una lógica de consumo muy instalada. El programa de las Bienaventuranzas, es revolucionario, rompedor. Es el que verdaderamente nos distingue a los cristianos. Sus valores ponen al mundo patas arriba. Hoy, Jesús no dice que los pobres sean felices precisamente por serlo. No está predicando las bondades de la pobreza, del hambre, del llanto, de la falta de amor… pero sí está afirmando que Dios opta por aquellos que viven estas situaciones. El propio evangelio nos ofrece una explicación: los pobres no son felices porque son pobres, sino porque van a recibir el Reino. Y los otros no son desgraciados por ser ricos, sino porque ya están saciados (no necesitan nada más). La fe cristiana no justifica ni enaltece la pobreza, sin embargo nos invita a vivir una vida despojada de aquello que entorpece una vida de seguimiento pleno a Jesús. Quizá hoy valga la pena una mirada atenta a nuestro interior a la luz de estas bienaventuranzas y maldiciones, porque nos puede ayudar a descubrir cómo andamos de deseo de Dios, de Reino, de ser saciados…, y -según lo que encontremos- a movilizar(nos) lo que sea necesario para formar parte del grupo de los “dichosos”.

¿Qué camino de felicidad estoy recorriendo? ¿cómo está ese deseo de Dios y la confianza en Él? ¿Descubro presente en mi vida el criterio de las Bienaventuranzas?

Categories: Evangelio diario

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