+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Habiéndose aparecido Jesús resucitado a sus discípulos, después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
El le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”.
Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.
Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”.
Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.
Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”.
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.
Palabra del Señor.
Reflexión
El fragmento del Evangelio de Juan que hoy leemos, nos sitúa en los momentos posteriores a la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades. Jesús resucitado, con un hecho paralelo a la multiplicación de los panes y los peces, hace que los discípulos se convenzan de su resurrección. Los evangelios de hoy y de mañana presentan el último encuentro de Jesús con sus discípulos. Fue un reencuentro de celebración, marcado por la ternura y por el cariño. Al final, Jesús llama a Pedro y le pregunta tres veces: «¿Me amas?» Solamente después de haber recibido, por tres veces, la misma respuesta afirmativa, Jesús da a Pedro la misión de cuidar de las ovejas. Para que podamos trabajar en la comunidad Jesús no pregunta si sabemos muchas cosas. ¡Lo que pide es que tengamos mucho amor! Hoy conviene que escuchemos la voz de Cristo que nos está interrogando a cada uno de nosotros, en singular, de forma personal: ¿Y tú, me amas? Una pregunta sencilla y muy difícil de responder.
Hoy nos sentimos profundamente interpelados por el evangelio: El Señor nos pregunta como a Pedro: ¿me amas? ¿En qué medida estoy respondiendo a este amor de Dios? ¿Estoy dispuesto/a a apacentar ovejas?